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fragmento: declaración de principios de ALIA*

jueves, septiembre 03, 2009

Las Honduras argentinas de Colombia

NUESTRA AMERICA

Las Honduras argentinas de Colombia
por Jorge Luis Ubertalli - Periodista y escritor argentino


Aires no tan buenos
Una todavía cálida brisa soplaba en nuestra ciudad porteña aquel 18 de marzo del 2002, cuando un matutino divulgó aquella noticia: ese mismo día, el aviador argentino Martín Roberto Allen, quien piloteaba un avión OV-10, se había estrellado en la localidad colombiana de Montañitas, departamento de Caquetá, donde se ubica la base militar colombo-norteamericana de Tres Esquinas.

¿Qué hacía allí Allen y por cuenta de quien piloteaba aquel avión?. Contratado por la empresa Dyncorp, que llevaba a acabo acciones militares en Colombia por mandato del gobierno norteamericano, se hallaba rociando con glifosfato, un potente herbicida, 20 hectáreas de coca en la vereda de La Ceiba, cuando los aires no tan buenos en los que navegaba cedieron bajo su avión.

Su solitaria incursión en Colombia por cuenta y parte de Dyncorp, empresa utilizada en los años ochenta para trasladar armas desde EE.UU. a Centroamérica y desde allí cocaína hacia los EE.UU. en el marco de la guerra sucia antisandinista, no lo era tanto, si tenemos en cuenta que ese mismo día el entonces diputado Miguel Angel Toma, presidente de la Comisión de Defensa de la Cámara Baja, había declarado la intención de formar aquí pilotos militares colombianos de helicópteros.

Sus afirmaciones concordaban en todo con declaraciones anteriores formuladas por el también otrora canciller del presidente Eduardo Duhalde, Carlos Ruckauf, el 29 de enero de ese año, quien le había garantizado al Secretario de Estado norteamericano, Colin Powel, el entrenamiento de militares colombianos en el país a cambio del respaldo de Washington para lograr auxilio económico ante la crisis.

Entre bambalinas se establecieron acuerdos entre partes, y los mismos que en los ochenta habían entrenado en Honduras a los que ahora, asimilando sus enseñanzas, persiguen al pueblo catracho, se dedicaron en estos años, esta vez en “democracia”, a enviar a Colombia a sus cachorros para luchar, ahora sí, contra el “narcotráfico”, a través de empresas como Dyncorp, tercerizadoras de la guerra norteamericana en Colombia desde 1994, a través de contratos llevados a cabo entre el gobierno local y el Departamento de Estado.

Dyncorp, cuyos propietarios son y fueron miembros de los servicios de inteligencia del Pentágono y la CIA y de las Fuerzas Especiales de Operaciones (SOF; que en 1999 también obtuvo un contrato en Ecuador mediante el cual se adjudicò el aprovisionamiento del Puesto de Operaciones de Avanzada ( FOL) de la base norteamericana de Manta- hoy desmantelada por el presidente Correa-) y que un año mas tarde fue acusada de enviar cocaìna y heroína a EE.UU desde Colombia, sigue sin embargo tercerizando la guerra contra el “narcoterrorismo” en ese paìs, al igual que la otra media docena de empresas norteamericanas afincadas allì.

Un enviado que se las trae
En agosto de 1999, pleno auge del gobierno de Fernando De la Rua, cuyo cuñado, el almirante Basilio Pertiné, ex director de la Aviación Naval, teñía de azul marino y otros colores castrenses los derroteros gubernamentales, llegó a nuestro país el general colombiano Harold Bedoya Pizarro. Comandante de Ejército de la VII Brigada en 1988/89 y de la IV Brigada en 1990, Bedoya Pizarro se había vinculado al Cártel de Medellín – el mismo al que perteneciò el actual presidente Alvaro Uribe- a través de Gonzalo “el Mejicano” Rodríguez Gacha, paramilitar y traficante de cocaína que operó en Puerto Boyacá, localidad ubicada en el departamento del mismo nombre que se halla entre Arauca, Santander, Cundinamarca y Casanare. Puerto Boyacà, una regiòn ganadera y petrolera operada fundamentalmente por la Texas Petròleum Co., en cuyos terrenos se entrenaron paramilitares vinculados al Càrtel antes nombrado bajo la supervisión de agentes israelíes y el SAS bitànico, entre otros, y que contaron con el apoyo del general Bedoya Pizarro, no fue el único destino represivo y blancuzco de Bedoya Pizarro.

Sin embargo, el periplo narco- paramilitar del uniformado colombiano no se tuvo en cuenta cuando arribò aquí, invitado por colegas que no le iban en zaga en cuanto a sus hazañas. Fue recibido con gran honor por los almirantes retirados Ramón Troitiño, ex titular de la Infantería de Marina y defensor del terrorismo de Estado de los años 70; y Raúl Fitte, ex jefe de la Aviación Naval hasta 1977 y ferviente anticomunista.

También lo abrazó el capitán de fragata retirado Miguel V. García, quien organizó su alojamiento en el Hotel Naval, y asistieron a sus conferencias brindadas en el Centro Naval, el Círculo de la Fuerza Aérea, el Círculo Militar y el Centro Argentino de Relaciones Internacionales (CARI) diputados justicialistas y radicales, empresarios y oficiales de las fuerzas armadas.

¿En que consistieron sus peroratas?. En difundir la idea de coordinar acciones contrainsurgentes con uniformados argentinos, chilenos, paraguayos y peruanos, entre otros, para eliminar el “narcoterrorismo” y aplicar la “solución militar” a la problemática colombiana de la época, con la intervención explìcita de fuerzas militares norteamericanas. No tan conocidas fueron sus solicitudes de apoyo logístico y participación directa por parte de oficiales y servicios de inteligencia argentinos a las fuerzas legales e ilegales colombianas, adquirir vituallas de guerra y pedir apoyo al “Plan B” o de contrainsurgencia generalizada, que mereció el repudio del propio embajador colombiano destacado aquí en ese momento, Polo Hernández.

Bien custodiado en el país por el oficial colombiano Freddy Suárez, manager de la empresa de seguridad Holder Associated, regenteada por el estadounidense Frank Holder, agente de la CIA anteriormente destinado a su Embajada en Buenos Aires, Bedoya Pizarro contaba con antecedentes indubitables para merecer el tratamiento brindado por sus colegas argentinos: en 1978 había llegado hasta aquí para realizar un curso de guerra sucia.

Cuando regresó a su país, ya coronel y nombrado Comandante del Batallón Charry Solano, de Inteligencia y Contrainteligencia (BINCI), creó la organización paramilitar Alianza Anticomunista Americana (Triple A)- un remedo de la engendrada localmente a mediados de los 70 por el secretario privado del general Peròn y Ministro de Bienestar Social, José Lòpez Rega, militares, policías y servicios de inteligencia, monitoreados por el embajador norteamericano Robert Hill- que dinamitó locales de organizaciones populares y periódicos y asesinó a dirigentes sindicales, universitarios y políticos colombianos.

Como premio a sus actuaciones, Bedoya Pizarro culminó su carrera como agregado militar colombiano en EE.UU. y Canadá y ante la Junta Interamericana de Defensa (JID); luego fuè designado comandante de las Fuerzas Armadas y Ministro de Defensa de Colombia y, una vez retirado, se dedicò a viajar en su afàn de propagandizar causas injustas.

Cuando regresaba de su periplo sudamericano de fines de los 90, era asesinado en Colombia el periodista Jaime Garzòn, mediador por la paz y amenazado de muerte por paramilitares. A la par, trascendìa la noticia de que Laurie Hiett, esposa del coronel norteamericano James Hiett, comandante de las tropas antinarcóticos norteamericanas en Colombia, habìa sido detenida en EE.UU. por contrabandear cocaìna a travès del correo militar que se enviaba desde la Embajada de EE. UU en Bogotà…

Especiales

Las siete bases [1]que cederà Colombia a los EE.UU. para desarrollar acciones “contra el narcoterrorismo”, segùn lo acordado a fines de junio entre los presidentes A. Uribe y B. Obama albergaràn, ademàs de aviones, helicópteros, buques y otras vituallas bèlicas tècnicas, a personal de las Special Operation Forces (SOF), encargadas de llevar a cabo la Guerra Sucia o de Baja Intensidad en toda Nuestra Amèrica, ya presentes en Colombia.

Estas fuerzas, formando parte con distintos nombres en la Armada, la Fuerza Aèrea y el Ejèrcito de los EE.UU., fueron jerarquizadas a partir de la agresiòn llevada a cabo contra la Nicaragua Sandinista en los años 80. En la Tercera Parte del denominado “Documento de Santa Fè II, Una Estrategia para Amèrica Latina en la Dècada del 90”, elaborado por ultraderechistas vinculados al Pentàgono y los think thank de los halcones estadounidenses, se define, en cuanto al Conflicto de Baja Intensidad: “ Este tèrmino crecientemente omnipresente, es utilizado para describir una forma de guerra que incluye operaciones psicològicas, la desinformaciòn, la información errònea, el terrorismo y la subversión cultural y religiosa”.

En 1986, luego de la aprobación del Congreso, el presidente de EE.UU. firmò la Ley de Reorganización del Departamento de Defensa Goldwater-Nichols, que incentivaba las Operaciones Especiales, a la que se añadiò una enmienda que indicaba la creación de un Comando de Operaciones Especiales, conducido por un nuevo Subsecretario de Defensa para Operaciones Especiales y Conflictos de Baja Intensidad, que contò con presupuesto propio. “ Esta nueva ley deberà brindar un mejor mecanismo para abordar otros problemas decisivos y conexos tales como el terrorismo, el narcotráfico y las operaciones hostiles psicològicas y de inteligencia”- informaba el Santa Fe II. Desde allì en màs, los guerreros sucios de los EE.UU. hicieron y hacen de las suyas, sin brindar ninguna información ni al Congreso de su paìs ni a nadie, fuera de sus mandos pentagonales.

En Colombia gozarán de inmunidad, es decir, si cometen algún delito serán juzgados en EE.UU. y no allí. Curiosa soberanía la que esgrime Uribe en relación con su decisión de ceder bases a los norteamericanos.

Al momento del lanzamiento al estrellato de las SOF en 1986, el mayor Jorge Mones Ruiz, destacado golpista y hoy conspirador terrorista en la Bolivia de Evo Morales y miembro selecto de la organización financiada por la CIA UnoAmèrica, editaba su volumen “Fuerzas de Adiestramiento Especial”.

En èl, editado por el Cìrculo Militar, se explicaban las tècnicas de guerra sucia que los SOF locales y sus colegas llevaron a lo largo del mundo. Tècnicas que hoy se aplican en Honduras, y que se acentuaràn en Colombia en el marco del asentamiento de los huéspedes que han de albergar las nuevas bases militares norteamericanas, destinados a intervenir en cualquier parte del subcontinente cuando las circunstancias lo aconsejen, aunque aseguren lo contrario.


[1] Entre ellas, tres de la Fuerza Aèrea,: Palanquero, entre Cundinamarca y Caldàs; Alberto Powels, en Malambo, zona Atlàntica; Apiay o capitán Luis Fernando Gomez Niño, en Meta; y dos de la Armada: Bahìa de Màlaga en el pacìfico y Bolivar en Cartagena

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