Escribir de manera verídica sobre la realidad cubana por más de cuatro décadas enorgullece a la periodista norteamericana Karen Lee Wald, recientemente acreedora de la distinción Félix Elmuza, otorgada por la Unión de Periodistas de Cuba...
por MARINA CORTÉS - Cubahora
granma |TUBAL PÁEZ, PRESIDENTE DE LA UPEC, IMPUSO LA DISTINCIÓN FÉLIX ELMUZA A LA DESTACADA ACTIVISTA.- Karen Lee : "Si utilizamos adecuadamente los medios de Internet nos pueden ayudar muchísimo"
Karen Lee Wald nunca pensó en ser periodista. Deseaba graduarse como profesora de historia en el país donde nació: Estados Unidos. Sin embargo, según sus propias palabras, “la Historia se impuso”, y el curso de los acontecimientos que le tocó vivir a su generación, en aquellos intensos años 60, la impulsaron a luchar por la justicia social, principalmente desde las letras.
“Toda mi vida he leído mucho y de niña escribía cuentos” —relata a Cubahora. “De joven tuve una columna semanal en el periódico de mi preuniversitario, y todo iba bien hasta el día en que escribí, con total inocencia, porque todavía no tenía conciencia política, mis ideas sobre por qué el socialismo podía ser atractivo para las personas. Enseguida me llamó un directivo de Educación de mi ciudad para informarme que había tres cosas de las cuales no se podía escribir en un periódico escolar: sexo, religión y política. Me quitaron la columna en el periódico, pero no mis ideas”.
Por eso en los primeros años 60 empezó a participar en los movimientos que se gestaron en su país por los derechos civiles, contra el racismo y la guerra en Vietnam. En aquel tiempo creaba volantes y artículos para la prensa de izquierda, y afianzaba más su decisión de combatir todo tipo de injusticia, aunque a veces se sentía frustrada porque la maquinaria militar y publicitaria de Washington y Wall Street era muy poderosa.
“En otros países los guerrilleros habían tomado las armas para luchar por la independencia, pero nosotros no éramos guerrilleros. ¿Qué armas podíamos usar? Poco a poco me di cuenta de que en mi caso el arma más fuerte era la pluma, o más bien la máquina de escribir y tiempo después la computadora, porque escribir era algo que hacía bien.
“Y como había aprendido que la libertad de prensa en una nación capitalista pertenece a los dueños de imprenta, y la prensa privada de mi país nunca diría la verdad sobre los movimientos contra el racismo y la guerra, me dediqué a escribir sobre nuestra verdad. De esta manera comprendí que las causas del racismo y las guerras tienen una misma raíz: el capitalismo y el imperialismo”.
¿Cuándo Cuba comienza a ser para usted un nombre de especial significación?
Algunas personas me preguntaban dónde se podía encontrar un país mejor que Estados Unidos, y como no tenía ninguna respuesta, salí a buscarla. Pronto descubrí que Cuba tenía algo mejor. Al principio teníamos una idea romántica de la Isla: Fidel Castro, Che Guevara, hombres barbudos con fusiles en la Sierra Maestra…, pero no era un argumento que pudiera utilizarse para responder a quienes me hacían esta pregunta. Conocía de la lucha en las montañas, pero no de la realidad cotidiana de los cubanos.
En 1967 conocí en España a unas mujeres que acababan de regresar de la Isla y me contaron sobre esa realidad: sistemas de salud y de enseñanza totalmente gratuitos para todos, círculos infantiles, y otras cosas que nosotros no tuvimos en Estados Unidos e hicieron que me interesara más por Cuba como ejemplo. Pensaba que el término “revolución” se refería solo a la guerra contra la dictadura, pero aprendí que realmente empieza cuando el pueblo está en poder.
¿Cómo prosigue su historia con la Mayor de las Antillas?
A partir de esa experiencia vine a Cuba a finales del 68. Estuve aquí trabajando en la Revista Tricontinental hasta septiembre del siguiente año. En ese tiempo no existían comunicaciones directas entre Cuba y Estados Unidos, ni mucho menos el correo electrónico ni Internet. Si salía alguna noticia sobre Cuba en los medios norteamericanos era casi siempre negativa, y no había manera de refutarlo. Por eso desde entonces me he dedicado a escribir sobre la verdad cubana y oponerme a las mentiras que promulgan los medios de mi país, y que así mi pueblo conozca de la verdadera realidad.
En mis artículos he abordado principalmente temas sociales, que tienen que ver con los niños cubanos y la educación (como bien muestra mi libro Los hijos del Che), la salud, la ciencia y otros sectores de los cuales se sabe muy poco en Estados Unidos, porque no está en el interés de los gobiernos de turno ni de las corporaciones que de estas cosas sepa el pueblo norteamericano.
La mayoría de los periodistas extranjeros no escriben sobre estas temáticas, se centran en las cosas negativas y las potencian por encimas de las buenas. Es importante escribir de lo bueno y lo malo que existe en Cuba, pero al mismo tiempo, dejar a los lectores saber que son los mismos cubanos quienes están haciendo las críticas y proponiendo las soluciones.
Por varias razones no escribí casi de política: en los sesenta estábamos en medio de la guerra fría, el miedo al comunismo era muy fuerte y si hablaba de este tópico era posible que no me leyeran los que no estaban concientizados. No quería escribir solo para la izquierda, aunque fue importante también dar a la izquierda una idea realista de Cuba.
¿Qué importancia le atribuye a su trabajo?
Lo primero que uno ve cuando llega a Cuba es que los cubanos no son ni diablos ni ángeles, tampoco “superhéroes”, son seres humanos igual que todos los demás. Y lo que se cuestiona después es que “si los cubanos pueden tener un sistema de salud y de educación de la misma calidad que los países más avanzados, pero para todo el mundo, ¿por qué Estados Unidos, que tiene más recursos, no los tiene?
Para mí esa es la principal razón del bloqueo, especialmente la prohibición de viajes a Cuba: no quieren que un país tan pequeño sirva de ejemplo a otras naciones del área, y que los norteamericanos no se cuestionen estas cosas y no las vean con sus propios ojos. De ahí la importancia de romper el bloqueo de información.
Pero con el desarrollo de Internet, y el avance de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, hoy se puede saber sobre Cuba con más facilidad…
El apodo que más me ha gustado en la vida es el que me dio el colega Luis Suárez, cuando me dijo que yo era una “guerrillera electrónica”, por haber luchado en los años 80 y 90 para que entraran a Cuba el correo electrónico y la Internet. Yo sabía que estas herramientas podían ayudar mucho más a romper el bloqueo de información respecto a la Isla.
Pero hoy constituyen un arma de doble filo, porque si bien nosotros las usamos para defender la verdad cubana; el gobierno y la derecha de Estados Unidos también las emplean contra la Isla. Y con dinero se puede lograr que en cualquier buscador como Google salga un sitio web antes que otro. Entonces cuando buscas información sobre Cuba, lo primero que sale son los artículos, blogs y otros sitios web que tergiversan la realidad cubana. Sin embargo, la gente que tiene interés en aprender y conocer sobre ella, sabe cómo buscar los sitios web honestos y así recibir mucho más información por esta vía y desde cualquier lugar del mundo.
Recientemente la Unión de Periodistas de Cuba le otorgó su máxima condecoración, la distinción Félix Elmuza.
Cuando me dijeron que había sido elegida para recibirla, quise saber más sobre esta distinción. Encontré la lista de los requisitos para ser condecorada con la distinción Félix Elmuza, entre ellos “realizar en el exterior una obra periodística relevante que refleje la realidad de Cuba”. Ser reconocida por esto me produjo gran satisfacción, pues es precisamente lo que he estado tratando de hacer durante más de 40 años: “educar” al mundo sobre la realidad cubana, desmintiendo las mentiras que aparecen en los medios controlados por las grandes corporaciones capitalistas.
También pensé que esta distinción no la había ganado sola. La han ganado todas las personas que me enseñaron, informaron y ayudaron siempre. Esto incluye más personas que pondría nombrar aquí, y sobre todo a mi familia, que me apoyaron en cada momento. Por eso quiero dar gracias a todos, e insistir que este reconocimiento es para todos ellos.
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