Por Jorge Luis Ubertalli
Once muertos y una catástrofe ambiental de proporciones es lo que provocó la explosión y hundimiento en el Golfo de México de una plataforma petrolera de la British Petróleum Co, ex Anglo Persian, multinacional con sede en Londres. En el contexto temporal del desastre, se han incentivado las críticas al gobierno de Kirchner y al de su esposa Cristina Fernández por importar fuel oil venezolano a cambio de surtir al país bolivariano con productos agroindustriales, maquinaria agrícola y frutos del país. La historia siempre se repite y, aunque primero lo hace como tragedia y después como comedia, los actores y sus intereses económicos signados por el egoísmo y la ganancia son los mismos.
Billetera mata galán
Cuando el desastre provocado por la BP, adjudicado al siempre presente juego de bajar costos a costa de arruinarles la vida a millones de productores de riquezas ajenas, ocupa las planas de los diarios y preanuncia una mayor catástrofe a medida que sigue fluyendo el crudo desde el fondo del mar, en el diario local “La Nación” del domingo 9 de mayo, bajo el título de “Limpiar el derrame y ser creíble, los dos desafíos de BP” se sostiene que: “Hace solo una semana, Hayward (Tony) era uno de los CEO (Chief Executive Officer) mas celebrados del mundo, responsable de haber logrado U$S 5.600 millones de ganancias en el primer trimestre de este año”. Mago en el arte de bajar costos, Hayward, principal ejecutivo de BP, “trató de convencer a la administración Obama de que una de las claves de la seguridad energética de EE.UU. es el petróleo y el gas en las aguas profundas del Golfo”. Con el subtítulo de “Algunos méritos”, en la misma nota se estima que Hayward tiene “ al mismo tiempo varias cosas a su favor”. Una de ellas es que los desastres de Texas City y Prudhoe Bay- que provocaron la muerte de 15 trabajadores y lesiones a otros 170 cuando explotó una refinería de BP en el 2005, y se derramaron 4800 barriles de crudo de la compañía en las costas de Alaska en el 2006, respectivamente- no ocurrieron cuando él era CEO de BP, y si lo era John Browne, “ en muchos sentidos un CEO extraordinario, un hombre que supo hacer magia con el oro negro de su compañía, multiplicando por nueve la capitalización de mercado de la firma”. Otro de los “méritos”- o eximición de culpa- de Hayward, según el diario citado, es “que los mercados probablemente hayan reaccionado exageradamente ante el derrame…” que afecta a miles de kilómetros cuadrados de costa estadounidense y a los miles y miles de trabajadores que viven del mar directa o indirectamente. Y por último, la mayor “cosa a su favor” del actual capoempresa sería que “es petrolero por convicción, no por profesión”, lo que le permitirá capear el temporal apelando a la manipulación, cargando culpas a terceros y argumentando que hay cosas peores y que no es el único en el mundo empresarial a quien le importan mas los bussiness que la humanidad y la vida animal y vegetal.
La historia es hoy
“Cada vez que la energía es noticia en la Argentina, suele convertirse en una fuente de suspicacias y sospechas”- sostiene Nestor Scibona en “La Nación” del mismo domingo. En una nota titulada “Claroscuros energéticos”, el columnista intriga sobre el intercambio de fuel -oil por productos argentinos entre Venezuela y nuestro país. Con el subtítulo de “Fuel oil sospechoso”, sostiene que ocho ex secretarios de energía le pidieron a Néstor Kirchner en el 2008 que dijera porque Argentina había adquirido de Venezuela 4,5 millones de metros cúbicos de fuel oil que en parte exportó hacia otros mercados, interrogándose sobre el porqué Argentina había comprado el fluido a un solo vendedor (PDVSA) sin llamar a licitación. Como conclusión, Scibona deja entrever que la compra del fuel oil a Venezuela obedeció a la posibilidad de exportar hacia ese país productos agroindustriales argentinos en forma irregular, sugiriendo corrupción en el intercambio argentino-venezolano, concepto tan destacado en estos días por la prensa “independiente”.…
Pues bien, teniendo en cuenta los diferentes contextos temporales pero homologando los históricos intereses que se mueven entre bambalinas alrededor del negocio del crudo y derivados para tratar de embarrar todo intercambio bilateral que afecte los dividendos monopólicos, conviene recordar el no tan conocido caso de la empresa rusa Iuyamtorg, que se instaló en Argentina a fines de 1927 y pretendió romper el chantaje energético que las grandes empresas petroleras ejercían aquí, y en el resto del mundo. A través de la Iuyamtorg, la Rusia de los soviets comenzó a exportar lamparitas, maderas aserradas, antracita, pieles, cola para carpinteros, etc., y a importar frutos nativos en un intercambio directo que evitaba que nuestro país, con balanza comercial favorable, desembolsara un solo gramo de oro, divisa internacional en esa época, para abonar sus importaciones. Pero cuando el comercio bilateral enfiló hacia la energía, la reacción todopoderosa no se hizo esperar. En 1926, se habían dado cita en el castillo escocés de Achnacarry los representantes de las tres empresas monopólicas petroleras del mundo: la New Jersey Standard Oil, la Royal Dutch Shell y la Anglo Persian ( esta última antecesora de la actual British Petróleum Co.), que, fieles a sus ideales de “libre mercado”, fijaron en 23 centavos el precio del litro de nafta en todo el mundo. El general Mosconi, a la sazón fundador de YPF y defensor del petróleo argentino, quien había viajado a EE.UU. a fines de 1927 en busca de maquinarias para explotar petróleo y le habían sido negadas y ya había tenidos roces con los monopolios extranjeros de la energía, se propuso adquirir, en 1929, nafta soviética exportada por la Iuyamtorg a 12 centavos el litro puesta en el puerto de Buenos Aires, lo que le permitía a nuestro país, no solo revender la sobrante una vez abastecido el mercado interno y obtener divisas con ello, preservando las ya existentes – puesto que el pago de la nafta se haría en especies, como hasta ese momento- sino también no utilizar las reservas energéticas locales. Viendo sus archiganancias amenazadas, los monopolios del ramo denunciaron “injerencia soviética” en el país, hablaron del fomento de la rebelión, del “dumping” que practicaba la empresa rusa, la Standard Oil financió el golpe del general Uriburu contra H. Yrigoyen de 1930 y colocó a sus agentes como funcionarios destacados de la dictadura, y al siguiente año la Iuyamtorg fue allanada, detenidos sus gerentes y empleados y expulsada del país bajo distintas acusaciones, todas ellas vinculadas con la “difusión del comunismo”.
Así, ayer Rusia, hoy Venezuela o cualquier otro país que promueva su independencia energética, económica y financiera de los monopolios, e intente junto a otros romper las cadenas de la dependencia, son y serán los enemigos a combatir de cualquier manera por los amigos de los extorsionadores y saqueadores de riquezas ajenas.
Ahora representada por incorruptibles acusadores y defensores de la libertad para rapiñar, la materia negra fluye nuevamente desde la cloaca de la historia.
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