El imperio norteamericano utilizó todos los recursos disponibles para poner fin a la Unidad Popular de Allende. El país norteño promovió y financió a la oposición chilena que, a su vez, impulsó acciones como paros de transporte, escasez inducida de alimentos y huelgas generales.
En el informe “Actividades de la CIA en Chile”, se puede leer: "La CIA también suministró ayuda a grupos militantes de extrema derecha para debilitar al Presidente y generar una atmósfera de tensión".
El 11 de septiembre de 1970, las fuerzas armadas chilenas, bajo el comando del entonces comandante en jefe del ejército, Augusto Pinochet Ugarte, y con ayuda de los Estados Unidos, llevaron a cabo un golpe cívico-militar contra el gobierno de Salvador Allende.
La violencia generada la mañana de ese martes fue tan agresiva que, prácticamente, dejó sentado lo que serían los próximos años para Chile: un país sometido a una de las dictaduras más cruentas de América Latina.
Ese 11 de septiembre, el palacio de Gobierno, llamado "La Moneda", fue bombardeado por aviones y tanquetas, quedando absolutamente destruído y cuya posterior reconstrucción tardó años.
El presidente Salvador Allende se encontraba en su interior. Pese a los intentos de sus familiares y de su círculo amistoso y político más cercano para llevarlo a un lugar seguro, el mandatario no quiso abandonar su lugar. Asimismo, rechazó el ofrecimiento de Pinochet de "rendirse" y abordar un avión fuera del país. (grabaciones posteriores delatarían las verdaderas intenciones del militar, quien pretendía derribar la aeronave en pleno vuelo).
"Yo no voy a renunciar. Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo" dijo en sus últimas palabras, registradas para siempre en un discurso histórico transmitido por la Radio Magalles.
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