La revolución se hace en la calle.
Una mirada al movimiento estudiantil latinoamericano, de Rodolfo Romero Reyes -Editorial Ocean Sur- se presenta este viernes 12 de agosto en Casa del Alba, en La Habana, a las 2:30 pm. Está dedicado al 90 cumpleaños de Fidel y el 50 aniversario de la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (OCLAE), que se celebra hoy y que surgió por iniciativa del líder de la Revolución cubana.
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El libro es una mirada desde Cuba al movimiento estudiantil latinoamericano y a la participación directa de algunos de sus líderes, quienes día a día enfrentan gases lacrimógenos, violencia policial, abusos de los gobiernos neoliberales, y aún así, sueñan y lucha por un mundo mejor. Incluye ensayos y entrevistas realizadas por el autor, entre ellas a la presidenta la OCLAE, organización que representa a 36 federaciones en la región, e incluye organizaciones del Movimiento Secundarista, Universitario y Posgraduado de 24 países del continente americano con más de 100 millones de miembros.
¿Faro eterno? El reto de presidir la OCLAE desde Cuba
Durante 4 años fui dirigente de base de la Federación Estudiantil Universitaria de Cuba. De las distintas organizaciones políticas o de masas a las que he pertenecido, es con la que tengo mayor sentido de pertenencia. Sin embargo, tengo la percepción de haber escuchado muy poco de la OCLAE por aquel entonces. Cuando pisé su sede en La Habana ya me había graduado como periodista. Recuerdo que no entendía por qué dentro de nuestra organización estudiantil existía tanto desconocimiento sobre su concepción, estructura o funcionamiento.
La investigación para realizar este libro saldó algunas de mis deudas cognoscitivas, pero faltaban variables por despejar en esta ecuación. Por eso fui a conversar por espacio de una hora con Heidy Villuendas, presidenta de la OCLAE, miembro además del secretariado nacional de la FEU y estudiante de 5to. año del Instituto Superior de Relaciones Internacionales «Raúl Roa». Acababa de entregar su tesis de licenciatura que discutiría el mes próximo, colgar el teléfono con un dirigente estudiantil brasileño y ultimar detalles para el evento de estudiantes antiimperialistas que en dos meses se celebraría en La Habana.
En medio de tantas obligaciones, respondió a mi primera pregunta:
¿Qué une al movimiento estudiantil latinoamericano y en qué no se pone de acuerdo?
En cada país existen federaciones u organizaciones que aglutinan a los estudiantes. Cada persona tiene su manera de pensar, de concebir el mundo, a partir de sus experiencias y sus contextos. Por tanto, son organizaciones plurales, muy diversas entre sí.
No se puede decir que la OCLAE sea el movimiento estudiantil en América Latina. Es una organización que tiene dentro de sus organizaciones miembros, al movimiento estudiantil organizado más fuerte y más importante, pero no lo abarca todo, ni tampoco lo dirige. Agrupa a determinadas organizaciones y estas son las que tienen dentro de su membresía a los estudiantes. Es una organización de organizaciones.
Por eso no podemos hablar de un movimiento homogéneo. La plataforma se crea como una articulación del movimiento estudiantil ante una necesidad que hay—no digo que había porque existe hoy todavía— de articular las luchas del movimiento estudiantil en América Latina y el Caribe.
Nos unen las luchas por la educación. A casi 100 años de la Reforma de Córdoba, uno percibe que muchas de las reivindicaciones del movimiento estudiantil de aquellos tiempos, 1918, todavía siguen pendientes. Incluso, con matices peores, porque la educación hoy se concibe —con la honrosa excepción de Cuba, por supuesto—, como un negocio, como mercancía para la élite. Unos pocos se enriquecen a partir de esos negocios, no se garantiza el acceso libre a las universidades. Eso que dijo el Che en la Universidad Central de las Villas, que la universidad tenía que pintarse de mulato, de negro, de campesino, de obrero, eso no sucede en la América Latina de hoy, como tampoco sucedía en 1918.
Eso hace que las organizaciones que son parte de la OCLAE, y de forma general el movimiento estudiantil en América Latina, organizado o no, hayan identificado la necesidad real de unirse. Mencioné la educación en primera instancia porque es lo que nos une a todos por igual. Somos estudiantes. Sin embargo, nuestra lucha va más allá del reclamo por la educación. Nos unen otras cuestiones, muchas de ellas recogidas en los principios fundacionales de la OCLAE, como el antimperialismo.
Esa postura es común para todas las organizaciones, porque los estudiantes reconocen que las problemáticas que sufren se originan como consecuencia del sistema capitalista que impera en esos países. Cuba es el único país del área en el que se puede hablar de educación pública, gratuita y de calidad. Ese reclamo que hoy hacen desde diferentes lugares del continente, se logró materializar en Cuba a partir de una revolución socialista; una educación integral, no solo en la universidad, sino en todos los niveles de enseñanza. Eso de poner al ser humano en el centro de las transformaciones es esencial, no solo para comprender el mundo, sino también para transformarlo. Por eso ese sentimiento antiimperialista del que nació la OCLAE en 1966, se mantiene hoy.
¿En qué no se ponen de acuerdo?
Cuando se debate sobre la coyuntura actual, nos diferencia el posicionamiento que se asume dentro de la izquierda. Hay quien decide que los problemas se resuelven con una revolución armada. Otros abogan por protestar en las calles o exigir sus derechos en una mesa de diálogo con el gobierno.
Algunos tienen como meta que se respete el boleto educativo (que se traduce en un descuento en materia de transportación, alimentos y hospedajes para los estudiantes universitarios). Otros no defienden que toda la enseñanza sea pública, sino que las universidades públicas sean atendidas como corresponde por el Estado. Es ese posicionamiento que se toma al interior de las discusiones a partir de las realidades que se vive en cada país, el motivo fundamental de nuestra desunión.
Pero son más fuertes las cosas que nos unen, que las que no. Aunque sea diferente la lucha en Colombia, en Chile o en Brasil, al final hay un gran problema en la educación. A lo mejor es con más o menos intensidad, con expresiones más claras o con métodos más disfrazados, pero la realidad es que cuando el movimiento estudiantil sale a la calle, es reprimido. En muchos países de América Latina los estudiantes son perseguidos, sus vidas corren peligro, tienen que exiliarse, reciben amenazas a sus familias, son asesinados.
En épocas de las dictaduras militares nos unió el hecho de que en casi todos los países hubo mártires, héroes y heroínas del movimiento estudiantil. En la actualidad hay países en los que solo por salir a marchar corres el riesgo de ir a prisión. Recientemente en Colombia, por salir a marchar el primero de mayo, acusaron a 4 jóvenes de «falso positivo», término judicial en Colombia que se traduce en que, en lugar de demostrarte que eres culpable, el sistema asume tu culpabilidad y tú debes probar tu inocencia. Mientras eso ocurre, pasas el tiempo en la cárcel.
El contexto colombiano es uno de los más difíciles. Dirigentes estudiantiles durante un desayuno pueden ser registrados bajo sospecha de que sean terroristas. Ellos tienen grabaciones que registran por ejemplo cuando el rector de una universidad le está dando al jefe de un grupo paramilitar una lista de estudiantes supuestamente problemáticos, vinculados al activismo político o que pertenecen a organizaciones estudiantiles para que los amenazaran.
Allá también existe un escuadrón de antidisturbios. Son los que se enfrentan a los estudiantes en las marchas o cuando paralizan una universidad. Pueden intervenir violando incluso la autonomía universitaria. Pero esos muchachos son muy valientes y no se dejan intimidar; ponen en riesgo su vida por una causa común.
Al ser una organización de organizaciones, ¿cómo se da el sentimiento de pertenencia hacia la OCLAE a lo interno de cada organización?
Es un reto que los estudiantes tengan sentido de pertenencia con la organización; habría que lograr primero que la conozcan y que se reconozcan dentro de ella. Esa es una de nuestras aspiraciones en el marco del 50 aniversario. En el caso de Cuba, la FEU organizó un recorrido al interior de las universidades en el país, para darla a conocer. Antes existían las cátedras de la OCLAE y al menos en cada centro estudiantil había un estudiante que era el activista de nuestra organización, básicamente ese activista tenía una función divulgativa, sin tener en sus manos toda la información. A partir de los reordenamientos que han existido en la FEU y en la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), ahora la vicepresidencia de la FEEM es quien atiende esta área y, en el caso de la FEU, se logró que la presidenta de la OCLAE integre el secretariado nacional.
¿Cómo se da ese diálogo entre la FEU, en su carácter de presidenta, y las otras organizaciones que integran la OCLAE?
Debemos estar siempre pendientes para que ningún cambio en la estructura de una organización en algún país implique una ruptura con la OCLAE. Puede suceder que dentro de esa organización no tenga lugar una continuidad feliz y haya una ruptura con la estructura anterior. Eso que pasa en Cuba, que el presidente saliente le entrega al anterior y prepara su relevo, eso no sucede en casi ninguna de las estructuras que integran la OCLAE.
¿Todas las organizaciones miembros pertenecen a universidades públicas?
En algunos países el movimiento no está unificado y hay varias organizaciones que representan al estudiantado. No todas las que integran la OCLAE son unitarias. Las que son miembros plenos, sí. Pero hay otras que se articulan en carácter de asociadas u organizaciones amigas, que es otra forma de asociarse; esas funcionan solo en alguna universidad dentro del país, ya sea pública o privada. En Venezuela, por ejemplo, pertenece a la OCLAE la Federación de la Universidad Experimental Simón Rodríguez, porque no existe una organización unitaria.
¿Qué ocurre cuando se fragmenta una organización estudiantil? ¿Pierde su membresía?
En la práctica suceden fragmentaciones y surgen nuevas organizaciones. A nosotros nos toca decidir, siempre y cuando la nueva estructura desee pertenecer a la OCLAE. En algunos casos, hemos seguido el criterio de que si un grupo no está de acuerdo con algo de su federación, tiene que tratar de asumir la mayoría, si en cambio decide salirse, está rompiendo también con la OCLAE.
En Colombia se dio el caso de una ruptura y, sin embargo, la nueva organización se incorporó a la OCLAE. Esa decisión la tomó el Congreso, bajo la premisa de unir y de articular.
Dices que solo el Congreso puede tomar esa decisión, ¿cómo se toman otras decisiones durante el periodo en que no sesiona el CLAE?
El secretariado ejecutivo debe estar reunido permanentemente. Antes los cuatro radicábamos en La Habana la mayor parte del tiempo. En la actualidad nos es mucho más fácil atender las cuatro regiones desde nuestros respectivos países y nos mantenemos en constante comunicación mediante las redes sociales en Internet u otras tecnologías. Esto no hubiera sido posible años atrás. Por su parte, el secretariado general, integrado por 17 organizaciones, se reúne entre congresos, dos veces al año como mínimo. A veces sucede que el congreso, aunque debe sesionar cada dos años según los estatutos, demora tres, cuatro o hasta cinco años en reunirse.
¿Cuán difícil es presidir estas organizaciones cuando la FEU se desenvuelve en un contexto muy diferente y cuando no se comparten los mismos métodos de lucha?
Eso no es difícil. Si algo ha garantizado que la FEU de Cuba continúe presidiendo la OCLAE —más allá de que hemos tenido la visión de buscar los puntos que nos unan y no los que nos dividan—, son los avances que tenemos en materia de educación. Cuando en América Latina se exige una educación pública, gratuita y de calidad, la FEU de Cuba es la primera que tiene moral para acompañar esas causas.
Ningún gobierno, ningún ministro de educación puede decir que no hay financiamiento, que no hay estructuras o que es imposible, porque hay un país que ha logrado hacerlo; a través de una revolución socialista, pero ha logrado hacerlo.
Los CLAE han avalado la legitimidad de la FEU de Cuba para mantenerse en la presidencia. De hecho, en el último congreso fue por unanimidad. Los jóvenes universitarios siguen viendo en nuestro país un paradigma. A esto hay que sumar la voluntad política que tiene la FEU y el gobierno cubano de que exista una organización como la OCLAE. Esa estructura no la tiene ningún otro sector dentro de los movimientos sociales, ni los campesinos ni los obreros, solo los estudiantes, y, en gran parte, es por la voluntad de nuestro país. Incluso cuando desaparece la Unión Internacional de Estudiantes (UIE), a raíz de la desaparición del bloque socialista, la OCLAE no dejó de existir.
Sobre las diferencias en los métodos de lucha, te diré algo. Esa diferencia de contextos te sensibiliza mucho más. El primer país de la región que visité como presidenta de la OCLAE fue Colombia. Conocer dirigentes estudiantiles con guardaespaldas, ver llegar a la líder de Unión Patriótica —un partido exterminado por la violencia y asesinatos masivos por parte del gobierno—, en un auto blindado, sentir el temor de que en cualquier momento puede ocurrir un atentado, son realidades muy distintas a la Cuba.
Hoy me llaman desde Chile para decirme que mañana organizarán una movilización. Al día siguiente la llamada es para informarme que después de separarlos con chorros de agua a presión, decidieron lanzarles gases lacrimógenos.
Vivir en Cuba, un escenario tan diferente, te hace sensibilizarte más. Que no nos suceda a nosotros, no quiere decir que no haya sucedido antes. La historia no se debe olvidar bajo ningún concepto. La FEU en Cuba antes del triunfo de la Revolución pasó por momentos similares a los que se viven hoy en otros países. Aquí corrió la sangre de los estudiantes y no solo en la Universidad de La Habana. Enfrentamos crueles dictaduras, la de Machado, la de Batista.
¿La historia de la FEU es similar a la de otras organizaciones?
Cuando la FEU se funda en 1922 —ni siquiera como una federación con carácter nacional, porque se organiza primero en la Universidad de La Habana y luego en otras provincias—, al igual que en otros países, defendíamos la idea de la Reforma Universitaria, exigíamos la autonomía. El propio Julio Antonio Mella fundó la universidad popular José Martí. Esas eran las luchas de la FEU.
¿Cómo respondió el gobierno? Represiones, encarcelamientos, asesinatos. La FEU tuvo que funcionar en ocasiones de forma clandestina, incluso se vio obligada a crear además el Directorio Estudiantil Universitario, como el brazo armado de esta organización.
Era la época en que la policía decidía entrar a la universidad y coger presos a un grupo de estudiantes sin ningún motivo.
Solo los sectores más influyentes mandaban en la universidad y tomaban medidas que beneficiaban a unos pocos. El profesorado no respondía a los intereses de los estudiantes.
La lucha de la federación no solo se centraba en atender las problemáticas de la universidad sino que se preocupaban por otras cuestiones que afectaban a la sociedad en Cuba. Sentían que era necesario encausar una lucha armada para solucionar esos males sociales. Había que defenderse de las dictaduras y las fuerzas represivas. Por eso, en la Carta de México —cuyo aniversario 60 se cumple en agosto de este año—, nos unimos como movimiento estudiantil al Movimiento 26 de Julio y, en 1957, asaltamos el Palacio Presidencial para ajusticiar al dictador Fulgencio Batista.
Toda esta realidad se transformó con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y la Reforma Universitaria en 1962. Se diseñó una estructura y una universidad en la que existe un consejo de dirección que toma las decisiones con la presencia, participación y aprobación de los estudiantes. Y ese espacio lo tiene la FEU a nivel de brigada, facultad, universidad, e incluso, a nivel de país.
En esencia, cambiaron los métodos para exigir nuestros derechos, pero debemos seguir siendo una FEU rebelde, que represente los intereses de su membresía. La posibilidad de que en un Consejo de la FEU participe el primer vicepresidente del país o el ministro de Educación Superior, y que los estudiantes puedan manifestarle directamente sus insatisfacciones, no la tienen los estudiantes en ningún país de América Latina. Eso nos tiene que dar una visión de lo que tenemos hoy y de lo que podríamos perder en caso de revertirse el proceso revolucionario.
¿Cuáles identificas como principales debilidades del movimiento estudiantil en América Latina?
Si una debilidad tiene es el fraccionamiento al interior del movimiento. No podemos seguir debatiendo sobre en qué lugar nos vamos a posicionar para lograr las metas, sino centrarnos en qué hay que hacer, sin importar los posicionamientos, para lograr esas metas. Los esfuerzos tienen que ponerse en función de eso y no en otras discusiones.
Otra debilidad grande es que, en los momentos actuales, se hace muy difícil que los estudiantes se enfoquen en su entorno social. Las nuevas tecnologías, si bien nos facilitan muchas cosas, también sirven para enajenar, para que el estudiante no se preocupe si aquel puede comprar la comida o entrar en la universidad. Él ya está adentro, su única preocupación es graduarse.
Ese individualismo lo reproduce el propio sistema capitalista. Es para nosotros un reto lograr emancipar a ese ser humano y que no se continúe reproduciendo el individualismo. Alrededor de cada estudiante hay una sociedad que transformar.
¿Metas inmediatas?
Dar a conocer la OCLAE, lograr visibilizarla al interior de las organizaciones e incrementar su sentido de pertenencia. A 100 años de la Reforma de Córdoba, reivindicar los principios fundacionales: unidad, solidaridad y antimperialismo. Nos hace falta más movilización, organización y participación, si en verdad queremos hacer frente desde el movimiento estudiantil a la ofensiva que tiene la derecha y el imperialismo ahora mismo en América Latina.
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