Carlos Chino Fernández *
En Antonio Gramsci, “el Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, tiene una construcción mitológica. Es la creación de una “…fantasía concreta que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva…”
Ese Príncipe imaginario, para Antonio Gramsci en su realidad viviente y moderna, es el partido político. La existencia de un partido político, requiere de la presencia de tres grupos de elementos fundamentales. Un primer elemento indefinido, de hombres comunes, que ofrecen como participación su disciplina y su fidelidad. Un segundo elemento [que lo considera de cohesión principal], que transforman en potentes y eficientes un conjunto de fuerzas sociales…
Por último, el autor nos habla de un tercer elemento medio, que cumple la función de articulación (física, moral e intelectual), entre el primer y segundo elemento. Por otra parte, desde su concepción teórica y metodológica, cada partido político representa a un grupo social y, solo uno.
Hoy día y, en nuestra realidad nacional es prácticamente imposible referirnos al sistema de partidos políticos a través de este esquema de análisis. La función de los partidos tradicionales ya no cumple la función que tenían en otras etapas históricas. Después del “Pacto de Olivos” el PJ y la UCR, dejaron de ser lo que eran. Ninguno expresa la fracción de capital al momento de su constitución, ni son el reflejo de un grupo homogéneo, ni reflejan en su estructura la existencia de los elementos constitutivos originarios.
Las fuerzas productivas y de la vida social, que se desataron en la era de las finanzas, destruyeron el elemento de articulación según el esquema de Gramsci. Por otra parte, el elemento de cohesión fundamental, ya no depende de la organización de los capitanes; sino más bien, de la función de algunos medios de comunicación de masas. En el caso de Clarín-Nación, canal 13 y TN, ofician de articuladores de la oposición al gobierno.
Son los que establecen las futuras polarizaciones electorales y cohesionan a la oposición, sintetizando sus diversas versiones ideológicas. En momentos electorales el medio de comunicación, se transforma en organizador, es un partido en sí mismo.
Estructura y funcionamiento del príncipe pos-moderno
Los partidos políticos se han transformado en frentes electorales. Una vez finalizado el ciclo electoral, se retiran a cuarteles de invierno.
La estructura tradicional de un partido político con su Base (masa de maniobra), Núcleo estable (cerebro) y cuadros intermedios (capitanes articuladores), más el sub-sistema logístico en donde se despliega las comunicaciones, la información y el enlace, ya no existe como en otras épocas.
Es, en esta última instancia en donde se ha producido los mayores cambios. Aquí los medios de comunicación de masas, las consultoras de opinión, encuestadoras y empresas de marketing, ocupan el lugar de los cuadros intermedios e intelectuales que garantizaban la vinculación entre la base y el núcleo estable de los partidos.
El medio televisivo polariza la elección. Después, se lo comunica a la sociedad. Los dirigentes tienen entidad en la medida en que circulan por los medios de comunicación, salvo raras excepciones de liderazgos muy consolidados.
El medio de comunicación, envía directamente los mensajes a la base. Se prescinde de las mediaciones políticas tradicionales y, el núcleo estable (el otrora cerebro del partido), se encuentra diluido o disperso. No existen prácticamente intelectuales orgánicos. El medio tecnológico, lo es todo.
El Príncipe pos-moderno, marca la agenda de la discusión pública. Establece lo que hay que decir, como hay que decirlo y en donde. Los dirigentes aspirantes a cargos públicos desfilan disciplinadamente por los sets televisivos. El paso siguiente, es la medición por parte de las empresas electorales en cuanto a la intención de voto, imagen, etc. Recién ahí, se fija el destino de cada uno. Por lo menos, de los que tienen posibilidades reales de llegar.
Democracia republicana vs. Democracia plebiscitaria es una falsa antinomia, ya que la república es plebiscitada según la propia normativa electoral instituida. El ciudadano individual es quien emite su voto. Las PASO , no agregan nada sustantivo a la representación política, solo adelantan el resultado.
La democracia orgánica o popular es la verdadera contracara de toda esta mitológica construcción pos-moderna. Para que el intento de disciplinar la voluntad popular, quede solamente en la fantasía de algunos, nada mejor que profundizar la democracia orgánica o popular.
* Instituto Arturo Jaurteche / La Señal Medios.
5 de Julio de 2013
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