Hacia la nueva Cultura (al menos) de la Unidad, del
Humanismo, de la Democracia y de la Paz
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía
También la fundación de la Comunidad de
Estados Latino Americanos y Caribeños -CELAC[1]-
renueva la esperanza de impulsar una gran Revolución Cultural que se impulse
desde lo mejor que han logrado nuestros pueblos en centurias de luchas
emancipadoras, en siglos de aprendizajes y como resultado de millones de
experiencias teórico metodológicas. En un continente que ha sido sometido a
barbaridades de todo género; en un continente que ha sido pisoteado por, casi,
todos los imperios del planeta; en un continente extraordinariamente rico en
materias primas, herencias culturales y diversidades identitarias… en un
continente victimado, con toda impunidad, por la avaricia colonialista para
esclavizar la conciencia y la mano de obra de sus pobladores, el desarrollo de
una gran Revolución Cultural para la integración -desde las bases- no sólo
parece una necesidad suprema, lógica y urgente… es especialmente un acto de
justicia social de primer orden. Y no es que semejante Revolución no esté, a su
modo y con sus limitaciones, en marcha.
Claro que las Revoluciones no las hacen los
“representantes”, las hacen los pueblos y si la CELAC consolida, como anhela, la
integración de los pueblos, inexcusablemente debe ser motor que ayude a una
Revolución Cultural continental para soñar, objetivamente, con cambios
históricos verdaderos. “Si no cambiamos las ideas, no cambiamos nada”. Una
Revolución Cultural de Nuestra América es, por necesidad, una Revolución
económica, social y política. Revolución alfabetizadora, una Revolución
ecológica, una Revolución educativa, una Revolución del hábitat, una revolución
del trabajo… y, también, una revolución artística, científica, comunicacional y
ético-moral, en suma una Revolución también de la producción de los Símbolos
emancipadores…o será nada.
Contamos con las raíces, intactas, más
hondas de los pueblos originarios que luchan por vivir en paz, con dignidad,
respetados y hermanados con todo el mundo. Contamos con los avances científicos
y técnicos que han logrado los trabajadores latinoamericanos en todos nuestros
rincones. Contamos con la gran experiencia de Cuba en áreas neurálgicas para el
cambio de las mentalidades y de las costumbres, contamos con la energía
majestuosa del pueblo revolucionario de Venezuela y la entereza moral del pueblo
ecuatoriano al lado de los ejemplos orientadores del pueblo boliviano. Contamos
con la pujanza del pueblo argentino, con la valentía de los uruguayos,
paraguayos, peruanos… contamos con una Centroamérica dispuesta a protagonizar un
papel histórico dignificante y digno… contamos con México su resistencia, su
creatividad y sus ansias de libertad revolucionaria… y contamos con el sueño de
San Marín, de Juárez, de Hidalgo, de Simón Bolívar y de José Martí que, entre
muchos otros luchadores, supieron que nuestro mejor camino es y será Unidos en
una lucha única que es la misma siempre en el espacio y en el
tiempo.
No hay mucho que pensar, ni mucho que
esperar. Hay que reunir fondos, definir organizadores provisionales, definir
espacios y poner fechas para convocar a los movimientos sociales, a los obreros
organizados dispuestos a transformar el mundo, a los trabajadores del arte y la
cultura, a los intelectuales revolucionarios, a los estudiantes… a todos los que
desde sus ideas y sus experiencias abonan, ya desde hace mucho tiempo, la
experiencia de sus derrotas y sus triunfos para amalgamar una fuerza de unidad
continental por una Cultura de la Unidad emancipadora que garantice las bases
del Hombre Nuevo pensando en el mundo nuevo. ¿Es, acaso, mucho pedir? ¿Es eso
quizá, demasiado ambicioso? ¿Es, semejante Revolución, un imposible? Seamos
realistas… “…uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es
desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura
lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo. Y al igual que nosotros
hemos querido para el pueblo una vida mejor en el orden material, queremos para
el pueblo una vida mejor también en el orden espiritual, queremos para el pueblo
una vida mejor en el orden cultural. Y lo mismo que la Revolución se
preocupa del desarrollo de las condiciones y de las fuerzas que permitan al
pueblo la satisfacción de todas sus necesidades materiales, nosotros queremos
desarrollar también las condiciones que permitan al pueblo la satisfacción de
todas sus necesidades culturales.”[2]
Fidel Casto
Si el mundo se estremece por la crisis prolongada del capitalismo, que en su
agonía depreda y mata todo a su paso, si especialmente Nuestra América ha sido
traspatio donde el imperialismo ha practicado todas sus monstruosidades que
incluyen la lista los estragos terribles causados por la ideología de la clase
dominante… no vamos silenciarnos. No permaneceremos callados, y menos hoy cuando
la guerra psicológica permanente, que el capitalismo despliega con sus máquinas
de guerra ideológica, (radiales, televisivas, impresas, digitales…) se ha
traducido en golpes de estado, magnicidios y genocidios. No vamos a enmudecer
ante la presión cotidiana del consumismo enfebrecido, no seremos indiferentes
ante la intoxicación de los pueblos con la mentalidad individualista burguesa.
No vamos a evadir nuestra responsabilidad crítica ante la manipulación de los
gustos, de los valores bajo las manías capitalistas disfrazadas de
“entretenimiento”, noticieros, diversiones, juguetes, juegos… incluso
disfrazadas de escuelas, institutos y universidades, todo ello ofensiva servil a
la lógica del imperio para saquear y esclavizar recursos naturales, mano de obra
y conciencia de los pueblos. No podemos permitir que, en uno de los foros que de
mejor manera ha mostrado el poderío de los pueblos cuando construyen su
soberanía, tal soberanía no se convierta en una Gran Revolución de la
Conciencia… una Revolución Cultural Continental. ¿Quién mejor si no la CELAC
para ayudar?
Desde luego que una Revolución Cultural no puede, ni debe, fabricar “cambios
exprés”, sólo de maquillaje y mucho menos reformistas. No debe sucumbir al viejo
ardid de insuflar nuevos burocratismos y mucho menos privilegiar sectarismos de
iluminados, coleccionistas de becas, sueldos, prebendas o canonjías. De esas
“Revoluciones” ya hemos tenido ejemplos de sobra, pero las malas experiencias no
son razón para abandonar la construcción de lo nuevo. Esta vez podemos
garantizar una Revolución democrática en serio y una Revolución desde abajo y
sin secuestros de élites. Suponer que la CELAC deba
cumplir su papel impulsor de una Revolución Cultural es obra de una deducción
simple derivada de los principios declarados por el propio organismo
multinacional, pero mejor que eso, es deducción obligada por las condiciones
objetivas reinantes en Nuestra América y del hecho central de que tanto CELAC,
como toda otra organización de su género, son herramientas que deben servir a la
resolución de los problemas sociales en el corto en el mediano y en el largo
plazo. Y eso no lo olvidaremos a pesar, o precisamente, por las experiencias
amargas en organizaciones que se convirtieron en herramientas serviles a todo lo
contrario del interés social. Es verdad que una Revolución Cultural no se
garantiza con más burocracia, de lo que se trata es que, también, la Revolución
Cultural combata al burocratismo.
Una Revolución Cultural es un programa de corto y de largo alcance. Sus acciones
y sus efectos deben ser planeados y medidos con herramientas (de la calidad y de
la cantidad) en hechos que se ensanchan y profundizan de manera desigual y
combinada. Por ejemplo, un movimiento cultural revolucionario alfabetizador,
repercutirá en las acciones revolucionarias editoriales y en los grandes cambios
educativos que seamos capaces de ganar luego de derrotar las corrientes
ideológicas más perniciosas que transitan, latentes y patentes, en muchas aulas,
libros y cátedras. Por ejemplo desterrar para siempre el tráfico ideológico más
pernicioso del empirismo del criticismo mutli-denunciados, al menos, desde Lenin
y hasta el presente. Una Revolución Cultural no es un proyecto para “resultados
rápidos” redituables en episodios oportunistas, debe ser una batalla de largo
aliento, con objetivos minuciosos y mirada profunda, radical. Se trata de
limpiar nuestras vidas en lo general y en lo particular, con esmero amoroso, de
los venenos ideológicos que el capitalismo ha sembrado en cabezas y corazones.
Se trata de desactivar, en su totalidad, el arsenal alienante fabricado por la
burguesía para esclavizar gustos, conciencias y conductas del proletariado
mundial. Eso sólo lo lograremos entre todos los que estén dispuestos a luchar
denodada y creativamente. Nada mejor para la CELAC. ¿O no?
Es verdad que algunos no estarán de acuerdo, que la sola idea de una Revolución
Cultural nuestro americana les repugne, pero la realidad es mucho más poderosa
que los gustos de unos cuantos. Las necesidades y exigencias del continente no
pueden detenerse a las puertas de sus antojos. Semejante Revolución no es una
“novedad” ni un antojo de diletantes. Se trata de un reclamo histórico que ha
pasado por la cabeza de muchos que ejercen, como pueden, su derecho a soñar con
la emancipación en todas sus categorías y sin necesidad de pedir permiso a
ninguna “torre de marfil” y sin pasar por “besamanos” alguno.
De todas las maneras imaginables la historia, que es la historia de la lucha de
clases, nos contempla con su mirada crítica. Acaso lo más imperdonable ante sus
ojos sea cierta manía inefable de desperdiciar las oportunidades que nos ofrece
y, con esa manía, dejar que sobrevivan las calamidades más atroces. Ante eso la
historia no nos absolverá, lo sabemos muy bien. Otra cosa es inventar excusas a
granel, algunos cobran sueldos jugosos por eso.
Pero la realidad es inclemente y nos impone
desafíos emancipadores ante los que más nos vale no perder la cabeza. Si ya
tenemos Prensa Latina, Casa de las Américas, TELESUR, Radio del Sur, Correo de
Orinoco… metodología revolucionaria para la alfabetización, programas para
revolucionar los hábitos alimentarios, programas de capacitación laboral
revolucionarios, conciencia sobre la importancia de reapropiarnos de bancos,
tierras, industrias, escuelas... si ya tenemos conciencia sobre la etapa nueva
que vive el continente, si tenemos una juventud dispuesta a impulsar los grandes
cambios, si hay una clase trabajadora que avanza en la conciencia de su papel
histórico como sepulturera del capitalismo… ¿Qué falta para ordenarnos y parir
la Gran Revolución Cultural de Nuestra América? Una gran Revolución Cultural
continental bien pudiera nacer, en lo inmediato, si uniendo fuerzas y talentos
damos un paso adelante y probamos la experiencia de un frente único contra la
ideología de la clase dominante, si envainamos los egos y las mezquindades y si
nos damos la oportunidad de exigir, unidos como propuso Marx, lo que necesitamos
para todos...para pertenecernos nosotros mismos. Con la conciencia emancipada
para comenzar el futro en el presente. ¿Es mucho pedir?
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez
Universidad de la Filosofía
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