Por Jorge Luis Ubertalli
Noche gusana se anunciaba en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires el viernes 23.
Hilda Molina, la neuróloga cubana avenida a la Argentina el pasado año, presentaría su volumen frente a un auditorio engolosinado por escuchar diatribas contra “el tirano”. Sin embargo, alguien del público la pretende inquirir con preguntas, que no responde. Sus anfitriones, Mariana Arias, una bienuda con ínfulas periodísticas y consabidos hombres de bien, informan que sólo contestará luego de exponer su “verdad”. Entonces el aire se crispa y voces evitan la impunidad gusana de utilizar a la exposición como una de las variantes de la agresión a Cuba revolucionaria.
Molina entonces se vá, sin antes decir que la Embajada cubana la espía a través de sus agentes; que las Damas de Blanco son la pristinidad derechosa y humanística a la violeta de su país y que Fidel, “un hombre sin alma”, quien según ella sentía una “gran inclinación hacia su persona”, la persigue.
Veintiséis de julio de 1990. En una Plaza de la Revolución colmada, Fidel arenga: “Si el campo socialista se desintegra continuaremos construyendo el socialismo en nuestro país (…) si la URSS se desuniera, se desintegrara, desapareciera, continuaremos construyendo el socialismo en nuestro país. El socialismo no es una opción coyuntural, no es un juego pasajero, no es, ni puede ser, una decisión transitoria”. Y alertaba que ahora que el enemigo no era el campo socialista, el enemigo era Cuba. Período especial, escasez de materias primas, de insumos, combustible…la Enmienda Mack y luego la Ley Torricelli, engendro de Connie Mack y el gusano Mas Canosa, de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), intentan asfixiar económicamente a la isla que, hasta los primeros años de los 90 y debido al bloqueo norteamericano, había sufrido pérdidas totales, entre directas e indirectas, por 37.927.200.000 dólares. (“Afuera está el Vecino”, 1993, ediciones Casa de la Amistad Argentino Cubana, del autor).
Mientras el pueblo cubano luchaba por su supervivencia y por la superación del período, Hilda Molina se relamía y calculaba: el Centro Internacional de Restauración Neurológica( CIREN), del cual era directora, pasaría a sus manos cuando el capitalismo se enseñoreara en la isla. Pero esto no ocurrió y en 1994, cuando se descubrió su objetivo, fue removida de su cargo y enviada a ocupar otro inferior. Entonces se hizo “disidente”.
Militó en el Centro Cubano Pro-Derechos Humanos y ocupó la presidencia del Centro Médico Independiente (CMI), que en vinculación con la FNCA, el Miami Médical Team Fundation y Radio Martí, entre otros, apoyaron la fundación Elena Mederos y su programa “Despertando Sonrisas”, que se especializaba en propagandizar la salida de niños de Cuba y a despotricar contra la medicina cubana. Mientras tanto, se embolsaba los 30.000 dólares que el entonces legislador argentino César Jaroslawsky le había dado en su momento al CIREN como recompensa por su trabajo de recuperar la motricidad inferior del tribuno local.
Similar derrotero recorrió su hijo Roberto Quiñones, quien había sido enviado al Japón con 100.000 dólares para comprar equipo médico. También “disidente”, se vino del Japón para aquí y con esos dinerillos, mas otro que la USAID le proporcionó a su madre, instaló un Centro de Atención Médica (CMIRI) en Hipólito Irigoyen 4177, donde trabaja, junto a aquella, que no tiene autorización para ejercer la medicina aquí según se sepa, como terapeuta y cirujano.
A poco de llegar a la Argentina el año pasado, Molina, quien prometió volver a Cuba y jamás lo hizo, se rodeo de distinguidos amigos como Marcos Aguinis y el diputado nacional de Coalición cívica, Fernando Iglesias. También sus acólitos le armaron un blog y el Centro para la Apertura y el Desarrollo en América Latina (CADAL) que, contando con oficinas céntricas, se dedica a desarrollar publicaciones y blogs de la gusanera cubano americana. Periodistas como Mariano Grondona, antiguo golpista de ayer, hoy y siempre, la entrevistaron a distancia cuando estaba todavía en Cuba “sufriendo” por no poder reencontrarse con su familia aquí afincada, y alabaron su “disidencia” en relación con la “dictadura castrista”.
Varias veces, su hijo y ella intentaron empañar las relaciones entre Cuba y Argentina a través de presiones a Cristina Fernández para que se entreviste con las Damas de Blanco y “disidentes” en sus viajes a la isla. Sus comportamientos se hallan encuadrados, sin duda, en la campaña anticubana que hoy toma mayor virulencia a través de la mediatización de muertes de “disidentes”, encarcelamientos, violación de “derechos humanos”, intervención cubana en Venezuela y Bolivia, etc.
Molina, quien se aprestaba a agredir a Cuba socialista en la exposición literaria, vió frustradas sus expectativas. Mientras su anfitriona bienuda les gritaba a los que la cuestionaban “vayanse a Cuba”, aquella, que esperaba halagos que no se cumplieron, puso el grito en el cielo.
¡ Fidel me persigue!- dijo. Y se fue con su “verdad” bajo el brazo.
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