Saludo a la dignidad y a sus certezas
Saludo a la clase obrera, productora de riquezas que se apropian otros,
y al ejército de desempleados a quienes les niegan todo.
A quienes venden su vida para sustentar una familia en esta noria,
y sin embargo no venden su conciencia.
A quienes son carne de cañón en cuanta guerra inventan los halcones,
para defender la sagrada libertad de sus mercados.
A quienes gritan por sus derechos y por los del resto,
que mudos, inmóviles, impávidos,
asisten a su propio funeral anticipado.
A quienes más allá del dolor individual juntan sus manos,
sus gritos y esperanzas para seguir viviendo…
Porque es muerte este silencio, la indiferencia cruel,
la farsa, la máscara feliz para no ver de frente
la terrible certeza del futuro incierto.
Abrazo a la valiente clase obrera colombiana,
a sus hombres, mujeres y jóvenes,
a su hermosa humanidad tan pisoteda,
perseguida a muerte, presa, maltratada,
tan digna en su pobreza y altas miras,
a cada sindicalista amenazado,
asesinado,
a cada combatiente caído,
a miles de presos y a los desaparecidos….
a los siete millones de desterrados para lucro de empresas extranjeras
con dueños anónimos de intención aviesa.
Con todo y la guerra sucia, están ahí,
ellos, ellas, erguidas entre la tempestad,
de pié en medio de la pólvora,
caminando la palabra con el indio,
bajo la ruana que abriga la paz del campesino.
Salud desde Asturias a la dignidad del mundo,
A millones de seres anónimos que bajo el sol de mayo,
encarnan certezas, gritan verdades, denuncias que no son de telediario.
Javier Orozco
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