por Sandra Russo
...Recuerdo una escena que me contaron ellos, que ocurrió hace varios años, cuando un primer grupo de cooperativistas llegó a Buenos Aires para hacer unos trámites.
Iba ese grupo subiendo hasta un piso muy alto en un ascensor.
Para casi todos, ésa era la primera vez en sus vidas que se subían a un ascensor.
Venían de los cerros, de los suburbios de San Salvador.
El ascensor lo manejaba un ascensorista. El ascensorista, según me contaron, los miraba mal.
De pronto les miró las caras tensas y oscuras y se dio cuenta de que estaban nerviosos. “¿Allá de donde vienen no hay ascensores?”, les preguntó, con un tono sobrador.
Uno de los que estaban nerviosos reaccionó inmediatamente:
“Sí que hay. Lo que no hay son boludos adentro que se pasen el día tocando botones”...
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