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fragmento: declaración de principios de ALIA*

domingo, diciembre 05, 2010

VIVA ZAPATA - Xochimilco o la unidad de México en armas

El 4 de diciembre de 1914 los dos caudillos y comandantes del Ejército Libertador del Sur y la División el Norte del Ejército Constitucionalista, Emiliano Zapata y Francisco “Pancho” Villa, firmaron el Pacto de Xochimilco

No habían pasado treinta años del despojo norteamericano de México cuando Porfirio Diaz se hizo del gobierno de ese país. 
 Atrás había quedado la Guerra mexicano –estadounidense de 1846/1848, a cuyo término, a cambio de 15 millones de dólares y mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848 en esa comunidad azteca, México cedió a EE.UU. de América cerca de 2.300.000 kilómetros cuadrados de su territorio, mas de la mitad del existente en esa época. California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah y parte de Colorado y Wyoming fueron el botín obtenido por los democráticos filibusteros yanquis, quienes en el mismo momento en que privaban de sus derechos a los mexicanos, incluidos los indígenas que en esos territorios habían vivido, y bombardeaban el puerto nicaragüense de San Juan del Norte y lo reducían a cenizas a fin de evitar que los británicos construyeran por allí un canal interoceánico, organizaban mayores aventuras expansionistas y de saqueo territorial de Nuestra América. 

Desde 1876, el general Porfirio Díaz, dictador nacido en el sureño departamento mexicano de Oaxaca, se hizo del poder, en el cual se mantuvo durante 34 años, para beneficio de las clases altas y a costa de los sufrimientos de los campesinos e indígenas. 
Al fin de uno de sus mandatos, Díaz prometió que no se propondría para ser reelegido, lo que motivó a Francisco I. Madero, figura descollante de la oposición al porfirismo, a realizar giras en el interior el país con el fin de proponer la formación de un partido político que eligiera sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. 
Sin embargo Díaz, contradiciendo sus dichos anteriores, se presentó de nuevo a la candidatura presidencial, y mientras Madero era arrestado en San Luis Potosí, se alzó nuevamente con la primera magistratura. Habiendo logrado huir de la prisión hacia EE.UU., Madero proclamó entonces, el 20 de noviembre de 1910, el Plan de San Luis, que llamaba a tomar las armas contra el gobierno de Díaz. 
Allí se daría inicio a la Revolución Mexicana, que comenzaría en el norte del país y se extendería como reguero de pólvora en el resto, culminando veinte años mas tarde en una “revolución congelada”. Dos personajes signaron esta Revolución agraria desde sus inicios, y ambos, en diferentes momentos, corrieron la misma suerte: la traición y el asesinato. Fueron los generales Emiliano Zapata, nativo del sureño departamento de Morelos, y Francisco “Pancho” Villa, originario del departamento norteño de Durango. 
Nacido en 1878 en San Miguel Anenecuilco, departamento de Morelos, Emiliano Zapata, labrador y arriero, asistió en 1906 por primera vez a una Junta de Campesinos de Cuautla, a fin de discutir la defensa de las tierras frente a los hacendados. 
La defensa de sus hermanos lo condenó a la leva forzosa, y en 1910 quedó incorporado al Regimiento 9 de Caballería de Cuernavaca. Un año antes, como presidente de la Junta de Defensa de las tierras de Anenecuilco, Zapata se opuso a la confiscación de las tierras comunales a campesinos e indígenas a través de la llamada Ley Lerdo que, formando parte de las Leyes de Reforma y con el cuento del progresismo mercantil, quitaba las tierras a sus verdaderos dueños para entregarlas a “emprendedores” capitalistas. 
 En este tiempo Zapata acuñará el lema “Tierra y Libertad”, que lo acompañará a lo largo de su vida y hará historia aún fuera de México y Nuestra América. Declarado “bandolero”, “delincuente” y otras cosas por el estilo por el poder y una vez que recuperó para el pueblo trabajador rural las tierras de Villa de Ayala, Zapata peleó en la Revolución Mexicana a las órdenes de Francisco Madero, con quien en algún momento también se distanció. 
Su Plan de Ayala (la tierra es para quien la trabaja) lo convirtió en un radical difícil de maniatar por cualquier sector del orden burgués, aún el mas progresista. En agosto de 1911 se entrevistó con Madero en el palacio nacional, y en el marco de una fuerte discusión, luego de que Madero le ofreciera una hacienda en Morelos como “pago a sus servicios a la Revolución”, Zapata le respondió: 
“No, señor Madero. Yo no me levanté en armas para conquistar tierras y haciendas. Yo me levanté en armas para que al pueblo de Morelos le sea devuelto lo que le fue robado. Entonces, pues, señor Madero, o nos cumple usted a mí y al Estado de Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mi nos lleva la chingada…”. 
Dos meses mas tarde, el 25 de noviembre, Zapata lanzaría el Plan de Ayala, que exigía la redención de los indígenas y la repartición de los latifundios creados durante el Porfiriato; se desconocería en ese documento a Madero como presidente y se reconocería a Pascual Orozco, y se plantearía que, dado que no se había cumplido con lo prometido, la lucha armada era la única salida a la crisis. 
De esta forma Zapata combatió al Ejército Federal ( homólogo del Ejército nacional que combatió a indígenas, primero, y caudillos federales del interior, después, en nuestro país) quien, como sucedió con todos sus semejantes de Indoamérica Latina, lo calificó de asesino, incendiario y violador. En 1913, una vez asesinado Madero por la rosca oligárquica que entronó a Victoriano Huerta en el poder, Zapata bruñó como nunca sus armas, sin dejarse cooptar ni “adecentar” por las misiones que Huerta envió para pactar con él. Al año siguiente, el Ejército Libertador del Sur, conducido por Emiliano Zapata, contaba con 27.000 combatientes. 
Una vez en el gobierno Venustiano Carranza, también intentó dialogar con el líder revolucionario agrario, aunque en vano. Desde su cuartel de Cuernavaca, Zapata promulgó la entrega de tierras a los pueblos en septiembre de 1914, y poco después sus delegados participaron en la Convención de Aguascalientes, donde también participó Francisco Villa, en la que se intentó compatibilizar la orientación de todos los grupos que participaban en la Revolución Mexicana. Mientras Zapata liberaba tierras y hombres al sur de México, en el norte otro caudillo popular daría que hablar. 

Nacido el 5 de junio de 1878 en el norteño Estado de Durango, Francisco “Pancho” Villa o “El Centauro del Norte”, también participó desde sus inicios en la Revolución mexicana. Gobernador provisional de Chihuahua, Estado lindero con los EE.UU. de América, en 1913 y 1914, Villa inició una guerra de guerrillas contra el Ejército Federal, se apoderó de trenes que utilizó para trasladar tropa, armas y parque al teatro de operaciones, y expropió tierras a hacendados para distribuirlas entre los campesinos. 
En 1910 se unió al movimiento maderista, desde donde dio muestras de su capacidad militar, lo que le produjo animadversión de oficiales superiores, entre ellos Victoriano Huerta, quien lo procesó por insubordinación y lo condenó a pena de muerte, de la que pudo zafar huyendo de la cárcel en 1912. 
Siempre fiel a Madero, y ante su asesinato en febrero de 1913, se unió a los militares norteños que llamaban a alzarse en armas contra Huerta, hasta que al constituirse en septiembre de ese año la División del Norte del Ejército Constitucionalista, fue nombrado General en Jefe de esta, atacando dos meses mas tarde las ciudades de Casas Grandes y Ciudad Juárez. 
Siendo gobernador provisional de Chihuahua, Villa emitió moneda, embargó tiendas y sustituyó a comerciantes venales por honorables, abarató los precios del maíz, frijol y carne y llevó a cabo otras tareas dignas de destacarse. 
Una vez renunciado Huerta por su derrota en manos de los ejércitos revolucionarios el 15 de julio de 1914, allegado Venustiano Carranza al gobierno y fortalecido Villa en la Convención de Aguascalientes, el caudillo del norte se unió a Zapata y juntos tomaron a principios de diciembre la ciudad de México. 

El 4 de diciembre de 1914 los dos caudillos y comandantes del Ejército Libertador del Sur y la División el Norte del Ejército Constitucionalista, Emiliano Zapata y Francisco “Pancho” Villa, firmaron el Pacto de Xochimilco, en el que Villa se comprometía a entregar armas a Zapata, aceptar el Plan de Ayala en lo referido a la reforma agraria y en el cual ambos se comprometían a llevar a la presidencia a un civil vinculado con la Revolución. Xochimilco fue el atisbo de unidad de los dos grandes de la revolución mexicana, hecha a balazos pero sin una ideología clara que la proyectara mas allá de los momentos políticos y las contradicciones y alianzas entre distintas fracciones. Así fue que un año mas tarde Morelos estuvo bajo el mando de los campesinos zapatistas levantados en armas, asesorados por intelectuales que comulgaban con el movimiento emancipatorio. Aunque en 1916 las fuerzas de Carranza lanzaran una gran ofensiva sobre los zapatistas, estos, en una contraofensiva, lograron reconquistar Jonacatepec, Cuautla, Mihahuatlán, Tecala y Cuernavaca, ejerciendo allí el poder popular mediante una ley administrativa para el Estado, el reinicio de la producción de alimentos y el mantenimiento del ejército revolucionario campesino. En 1918, Carranza emitió una ley agraria que intentó apaciguar y cooptar a los campesinos sureños, a la par que combatía sin tregua a Zapata, que ya se hallaba escaso de armas y municiones. Al año siguiente, y mediante un ardid, Jesús Guajardo le ofreció armas y municiones a Zapata para continuar la lucha. Logró que éste se allegara hasta la hacienda de Chinameca, de Morelos, donde fue acribillado a balazos por tiradores especialmente apostados. Desde ese momento, la figura del gran Caudillo del Sur se mitificó entre los campesinos pobres de la región, quienes nunca dieron por muerto a su jefe. Este había proclamado en una oportunidad: “Es mejor morir de pie que vivir de rodillas”, frase que se acuñó en todos los movimientos libertarios del mundo, y sobre todo durante la Guerra Civil española. 

En cuanto a Villa, luego de Xochimilco combatió a los ejércitos de Venustiano Carranza y su aliado Álvaro Obregón, apoyados por EE.UU. de América. Replegado en el norte, conociendo el apoyo norteamericano a sus enemigos (la alimentación de faroles gigantes con energía yanqui impidieron a las tropas villistas derrotar a Obregón en la batalla nocturna de Agua Prieta, Estado de Sonora, el 1 de noviembre de 1915) el general Villa atacó un tren del México North Western Railway (Compañía del Ferrocarril Noroeste de México) de capital y personal norteamericano, y ajustició a 18 empleados yanquis de la compañía minera ASARCO. 
El 9 de marzo del siguiente año, Villa hizo una irrupción armada en el pueblo de Columbus, situado en Nuevo México, EE.UU., en represalia por el apoyo y reconocimiento al gobierno de Carranza dado por los norteamericanos. 
De nada sirvieron las amenazas y esfuerzos del presidente Woodrow Wilson para atrapar al Centauro del Norte y la campaña en su búsqueda que acaudilló el general “Black Jack” Pershing, al frente de 10.000 soldados. Aunque los yanquis se adentraron 600 kilómetros en territorio mexicano, donde fueron repudiados por hombres, mujeres y niños, debieron replegarse hacia sus campamentos fronterizos sin haber hallado a Villa, que se les escurrió en el desierto. 
Sin embargo, aunque continuó con la lucha guerrillera revolucionaria desde 1917 a 1920, Pancho Villa fue quedándose sin armas. El 26 de junio de ese año, ya habiendo asumido Adolfo de la Huerta la presidencia interina del país, el caudillo norteño firmó los convenios de Sabinas, mediante los cuales depuso las armas y se retiró a su hacienda de Canutillo, Durango, que el gobierno le había concedido en propiedad por “servicios prestados a la Revolución” y que el caudillo del norte convirtió en asentamiento de sus ex camaradas de armas. 
Allegado mas tarde a la presidencia de México Álvaro Obregón, decidió asesinar a Villa, quien fue masacrado en una emboscada el 20 de julio de 1923 cuando se dirigía a una fiesta familiar. 

Jorge Luis Ubertalli

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