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martes, mayo 31, 2016

LE PERTENEZCO

El ministro Prat-Gay les dijo en Madrid a los empresarios locales que les “quiero pedir disculpas por los abusos de todo tipo que sufrieron los capitales españoles en Argentina”. No dijo una palabra de los vaciamientos de Aerolíneas, Repsol o AySA
Por Tomás Lukin

El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, pidió perdón. La solicitud de indulgencia no tuvo como destinatarios a los empleados públicos desplazados sin causa, a quienes calificó de “grasa militante”, ni los sectores de ingresos fijos afectados por la aceleración inflacionaria. Tampoco buscó el funcionario la redención con industrias, comercios, hoteles y usuarios residenciales afectados por los tarifazos. “Quiero pedir disculpas por los abusos de todo tipo que han sufrido los capitales españoles en Argentina”, expresó ayer Prat-Gay durante un desayuno organizado en Madrid con funcionarios y empresarios de ese país. Como parte de su estrategia para atraer inversores, el titular del Palacio de Hacienda consideró que la expropiación del 51 por ciento de las acciones de YPF en manos de Repsol por la cual el gobierno argentino pagó 4670 millones de dólares en 2014 fue un “disparate”. En la primera jornada de su gira por Europa, el funcionario ponderó el desmantelamiento de las restricciones cambiarias que habilitó a las empresas españolas a remitir utilidades y dividendos a sus casas matrices. Prat-Gay destacó además las mejoras de rentabilidad para las proveedoras de servicios públicos de capitales españoles originadas en los aumentos de tarifas.

“No tengo más que empezar por pedirles disculpas por los últimos años, por lo que han sufrido los capitales españoles”, arrancó el ministro. “Argentina está de vuelta. Empecemos por un aplauso porque estamos de vuelta”, propuso Prat-Gay al iniciar su intervención en el evento convocado la ONG Nueva Economía Forum y financiado por Telefónica. “Los últimos años fueron un escándalo donde nos alejamos de todos. Reestablecer los lazos con el mundo y la nación española es una prioridad de nuestro Gobierno”, consideró Prat-Gay tras su pedido de disculpas a los empresarios españoles. “No podemos hacerlo solos. Nos faltan la experiencia y los capitales”, lanzó el funcionario al proponer que inviertan en áreas de turismo, energía e infraestructura.

A pesar de las tensiones bilaterales que generó la decisión del gobierno de CFK de expropiar el paquete accionario de Repsol en YPF, las empresas españolas mantuvieron una destacada presencia en todo el entramado productivo local. España es el segundo inversor extranjero en el país, solo superado por Estados Unidos. Los desplazamientos de empresas españolas del control de activos estratégicos del país se concretaron como consecuencia de la falta de inversión e incumplimientos de las firmas. Por ejemplo, Marsans, que controlaba Aerolíneas Argentinas, o Aguas de Barcelona, que mantenía una participación en AySA. Ninguna de esas irregularidades fue mencionada por el ex jefe de monedas del JP Morgan.

El dato actualizado de la Cámara Española de Comercio de la República Argentina arroja que existen 259 compañías locales bajo control español. Cemento Avellaneda, Autopista del Sol, Metrogas, Banco Santander, Banco BBVA Francés, Gas Natural, Edesur-Endesa, Mapfre, Zara, Dycasa y Telefónica son algunos de los principales exponentes del rentable grupo de firmas ibéricas instaladas en el país. Las empresas de capitales españoles, ante quienes se disculpó Prat Gay, figuran entre las principales beneficiarias del proceso de privatizaciones y extranjerización de la economía local. Durante los 90, los flujos acumulados de inversiones extranjeras tuvieron al país europeo como líder indiscutido. Más recientemente, con el estallido de la crisis de los países de la periferia europea, las rentas provenientes de las filiales latinoamericanas de distintas firmas permitieron amortiguar el impacto sobre sus balances de profunda recesión económica.

“Estamos volviendo a poner a la Argentina en la senda del crecimiento tomando algunas medidas difíciles. No nos guiamos por la instantaneidad de la opinión pública. Con el desastre que nos dejaron era imposible crecer. Si no tomábamos las medidas nos transformábamos en Venezuela”, expresó Prat-Gay al intentar justificar el ajuste recesivo en marcha. “La ley antidespidos era un cepo laboral a las empresas, era una garantía para no contratar. Nuestro gobierno no tiene miedo de que en el propio proceso de creación económica se pierdan algunos puestos de trabajo, lo importante es que después se creen muchos más puestos”, indicó el funcionario durante el desayuno con empresarios españoles, donde también defendió el acuerdo con los fondos buitre. Hasta ahora ningún funcionario del gobierno de Mauricio Macri había viajado a España a la espera de las nuevas elecciones generales previstas para fines de junio. Sin embargo, antes de que se defina al nuevo presidente español, Prat-Gay fue enviado a una gira por Europa para seducir inversores. En Madrid, el ministro fue recibido por Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta en funciones del gobierno encabezado por Mariano Rajoy. “Es un político solvente, experimentado y con criterio”, lo elogió ante la prensa. “El gobierno de Macri marca un antes y un después. Representa una apuesta por recuperar pulso vitalista de nación moderna y avanzada”, completó la representante del Partido Popular.

La gira de Prat-Gay por Europa tiene como objetivo “promover las inversiones en Argentina”. El relato oficial instaló que las inversiones de empresas extranjeras iban a llover gracias a la confianza recreada por la llegada de Macri a la Casa Rosada. El supuesto flujo contenido de desembolsos no se materializó. La continuidad de la crisis internacional y la profunda caída de la demanda local no estimulan la llegada de inversiones. Para la tradición neoliberal, las empresas multinacionales juegan un rol determinante en los procesos de desarrollo. Desde esa perspectiva, mucha inversión extranjera sugeriría que los gobiernos hacen bien las cosas y poca reflejaría una orientación “errónea” de la política. La experiencia durante la década del ‘90 evidencia como la maximización de esos flujos, donde España jugó un rol central, no garantiza un impulso para el crecimiento y el desarrollo. En cambio, los flujos de la IED dejaron como saldo la pérdida de importantes grados de libertad.

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